miércoles, marzo 14, 2007

El engaño del sol


Dentro de siete días, el 21 de marzo, comienza la primavera, la estación tópica por excelencia. Cada uno de los cuatro periodos del año tiene sus características marcadas, su idea preconcebida de como deberá desarrollarse la estación y lo que probablemente ocurrirá. Pero sin duda la primavera está repleta de estereotipos: la época del enamoramiento, el momento para quitarse la coleta y volver a llevar el pelo suelto, días para escuchar cantar a los pájaros, volver a hacer deporte, salir a comer al campo, hacer una excursión a un pueblo...

El sol regresa de la sombra al mismo tiempo que nosotros recuperamos las gafas de sol o achinamos los ojos para soportar tanta luminosidad. Las sonrisas obligadas aparecen en nuestra cara, a veces con tan poca seguridad como un día a punto de tormenta. Por la mañana el sol promete calor con sus rayos aunque los termómetros le ignoren y marquen -3º; como si para ellos no fuera primavera.

Es como si la primavera fuera humana, días alocados como si se hubiese levantado con el pie izquierdo, cambios bruscos de temperatura como si fuesen de humor, nubarrones repentinos como quien se coje una rabieta, chaparrones intensos como aquel que pega un grito a destiempo.

La primavera nos obliga a pensar, a calcular a qué hora salimos de casa y a qué hora volveremos para saber si necesitamos llevarnos los guantes o si podemos salir con una chaquetilla. Los más atrevidos sacarán los pantalones cortos del armario y aquellos más previsores conservarán la bufanda a mano.

Algo especial tiene la primavera para que nos fascine tanto, para que nos alegremos de su llegada. ¿Te imaginas que las alteraciones del cambio climático hicieran desaparecer la primavera? No sabríamos cuando hacer todas las cosas que se hacen en primavera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Grandes pequeños ilusos olvidan que el Cambio Climático nos acecha. No es necesario que el IPCC le diga a mi abuelo que debe regar más pues el campo ya habla por sí solo. Dicen que no sólo las tierras castellanas conocen eso de la locura de la temperaturas.