domingo, abril 15, 2007

A un paso del ascenso

Foto: Alberto Castellano

Real Valladolid 3-0 UD Vecindario

Real Valladolid: Alberto, Pedro López, Iñaki Bea, Baraja, Gonzalo Vicente, Álvaro Rubio, Iván Hernández, Sisi (Asier 66'), Capdevila, Víctor (Manchev 57') y Llorente Toché 73').

UD Vecindario: Kelemen, Marcos Suárez, David Dorta, Atxabal, Kirian (Vicente 85'), Suso Ruano, Carrizo, Morales (Ciani 45'), Mozer (Raúl Borrero 54'), Yerai y Mirosavljevic.

Árbitro: Iglesias Villanueva, del colegio gallego. Sancionó con tarjeta amarilla Mozer, Morales y Marcos Suárez y mostró la roja a Suso Ruano. Estuvo asistido en las bandas por Laviña Plagaro (colegio vasco) y Peregrín Pérez (colegio andaluz).

Incidencias: Partido disputado en el José Zorrilla ante 11.030


El Real Valladolid se deshizo con facilidad por 3 a 0 de la U.D Vecindario de Gran Canaria, un equipo flojo, desahuciado en la clasificación y sin un estilo de juego eficaz que en ningún momento fue rival para los de Mendilibar, a los que les bastaron tres acciones acertadas para llevarse los tres puntos y dejar casi amarrado el ascenso.

Cuando en un partido de fútbol un equipo quiere jugar y el otro no pueden pasar dos cosas: una es que el primero abra pronto el melón y acabe goleando al rival, viéndose así un espectáculo vistoso y entretenido para el público; y la segunda es que el conjunto que vaya a por el partido no encuentre muy bien la manera de romper el muro defensivo de la escuadra contraria y, ofreciendo casi un monólogo de posesión de balón y oportunidades, espere los fallos de la zaga oponente para llevarse la victoria. De esta segunda manera fue el choque de hoy. El Vecindario, con muchas bajas y más miedo que criterio, salió descaradamente a por el empate a cero y con un 5-3-2 que se convertía en un 5-4-1 en las jugadas defensivas demostró cómo no se debe plantear un partido para visitar al líder de la Segunda División.

Y es que Fernando Castro Santos es de esos entrenadores de cuchara de palo, a la antigua usanza; y en este partido vivió y murió con y por su dibujo inicial. Y lo hizo porque una defensa de cinco hombres deja poco espacio para la ofensiva, más teniendo a un apático y poco participativo Mirosavljevic en punta; y porque situando a ésta a escasos cinco metros del medio del campo es probable que el equipo rival te pille y te desborde. Con todo y con eso los de Mendilibar no fueron capaces de encontrar ni a Víctor (gris hoy) ni a Llorente en muchas ocasiones, y sólo fue la calidad de este último y su frialdad ante el gol lo que permitió decantar la balanza del lado de los blanquivioletas.

Esto es una muestra de lo que está siendo la tónica general del Real Valladolid en casa durante los últimos partidos y lo que ha hecho que haya ganado nueve veces por la mínima marcando sólo un gol. Y es que los de Mendilibar (si se les puede poner alguna pega en esta campaña) adolecen de cierta falta de finalización y muchas veces carecen de ideas en los últimos metros, aunque como están demostrando, terminan por imponerse a su rival por ambición, insistencia y calidad. En cualquier caso, contra el Vecindario, aunque el guión ha sido el mismo, el número de goles fue mayor y eso da cuenta de la debilidad del cuadro insular.

Foto: Alberto Castellano

MEDIA HORA HASTA EL GOL. La primera mitad comenzó con un conjunto blanquivioleta dando cuenta de todas sus virtudes: orden defensivo, control del medio centro, mordiente por las bandas y paciencia con sus aspiraciones. El Vecindario desde un primer momento dio muestra de sus nulas intenciones de ir a por la victoria y sólo fue capaz de llevar el peligro a la meta de Alberto a balón parado debido, entre otras cosas, a la mayor altura de sus jugadores. Precisamente en una acción de este tipo llegó el primer y único susto de la tarde, cuando David Dorta remataba solo desde el punto de penalti un buen centro desde la banda derecha que despejaba de manera espectacular el cancerbero albivioleta en una gran y providencial intervención.

Los locales siguieron haciendo los deberes y la poca fuerza que transmitió el Vecindario se fue difuminando con el tiempo. No fue hasta el minuto 27 cuando Álvaro Rubio bombeó un balón por encima de los centrales que encontró a Llorente (en probable fuera de juego no visto por el colegiado), que con acierto, sangre fría, confianza y un poco de colaboración del portero, que no salió de su portería, estableció el 1 a 0.

Con el gol parecía que la lata de iba a abrir y la dinámica del partido iba a cambiar. Sin embargo, Castro Santos decidió mantenerse en sus trece y, a pesar de venir necesitado de puntos para apurar sus últimas posibilidades de cara a eludir el descenso, no varió su planteamiento ultradefensivo y se limitó a continuar viéndolas venir. Así, los espacios no aparecieron y el Vecindario, confiando en el arma del balón largo a su desaparecido delantero -Mirosavljevic- dio cuenta de lo poco que tenía que ofrecer y lo difícil que sería que el marcador no variase antes del final de la contienda. Con este resultado se llegó al descanso.

INICIO FULGURANTE. Con el inicio de la segunda mitad el Real Valladolid dio muestras de haber hallado el camino hacia la goleada y nada más comenzar, en el minuto 1, Capdevila recibía un balón delante del portero rival, Kelemen, y ponía de tacón el esférico en el fondo de las mallas del cuadro insular. 2-0. Poco después, en el minuto 7, la defensa volvía a evidenciar el bajón físico del que se limita a despejar balones durante 90 minutos y dejaba que Llorente rematara solo un centro de Pedro López desde la derecha para poner el 3 a 0 en el electrónico.

A partir de ahí, y como ocurriera en el anterior partido contra el Real Madrid Castilla, los locales bajaron una marcha, aunque a pesar de este frenazo, las oportunidades seguían sucediéndose, más porque el equipo insular se caía de maduro que porque los blanquivioletas las crearan con acierto. Con el 3-0 se llegó al final del encuentro, un partido que también sirvió de prueba para ver cómo estaba la ciudad para con el equipo tras los hechos que se han sucedido durante toda la semana. Y se puede decir que los 11.000 de siempre respondieron, aplaudieron, sobre todo los cambios de Víctor y Llorente; aclamaron a su técnico e hicieron que la ola volviese mucho tiempo después al José Zorrilla.

Ahora toca viajar a Tenerife, donde más que probablemente el equipo logrará el ascenso, un objetivo que se veía lejano a principio de temporada, pero que se puede conseguir más pronto de lo previsto, y con una cifra récord. El resultado: en siete días.

Rueda de prensa de Mendilibar:

Rueda de prensa de Mendilibar

Declaraciones de Capdevila

Declaraciones de Llorente

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