viernes, diciembre 08, 2006

Un monumento incompleto


A pesar de encontrarse en una zona templada del planeta y con riesgo mínimo de movimientos sísmicos, la ciudad de Valladolid cuenta en su historia con algún luctuoso episodio causado por el clima, que aún hoy se puede apreciar en ciertos rincones de la capital y que suponen una muesca en su imagen.

31 de mayo de 1841. Una tormenta de lluvia y granizo, unida a un pequeño movimiento de tierra, provoca la caída de una de las torres de la Catedral de Valladolid. Dicha construcción sufría ya desde hace más de un siglo las consecuencias de dos terremotos acaecidos en los años 1755 y 1761 y las grietas que la rodeaban habian provocado que estuviese recubierta por fuertes cinchos de hierro como medida de seguridad.

A pesar de ello, a las cinco menos cuarto de ese día, tras cinco horas de temporal, el monumento cedía a los envites climáticos y se arruinaba. La caída produjo "una formidable detonación y densas nubes de polvo que anunciaron el hundimiento del ángulo occidental de la torre". Así lo relata la obra 'Episcopologio Vallisoletano', publicada por Manuel de Castro en 1904.

El suceso produjo algunos daños en el mobiliario urbano, y aunque se puede hablar de tragedia artística, no hubo que lamentar víctimas mortales. En el momento del hundimiento, el campanero Juan Martínez y su esposa, Valeriana Pérez se encontraban en la torre, aunque pudieron ser rescatados. El reloj que en ella se encontraba fue trasladado a la cercana iglesia de La Antigua.

Estado de la actual torre de la Catedral.

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