Huellas franquistas en Valladolid (II)
El segundo en importancia de los homenajeados por nuestra ciudad es uno de los dos héroes centrales en la mitología del franquismo, rivalizando con el propio Franco. José Antonio Primo de Rivera fue el gran “ausente”, el mártir de la cruzada por antonomasia, el nombre que abre todas las listas de los caídos por Dios y por España, el hombre cuyo cadáver fue trasladado al Valle de los Caídos en una fastuosa comitiva fúnebre para ocupar un lugar de preferencia que no sería concedido a ningún otro hombre hasta la muerte del Caudillo. Su simple imagen, de hombre idealista y apuesto asesinado en plena juventud (apenas 33 años contaba en aquel 20 de Noviembre), se convirtió en un icono, algo hasta cierto punto similar a lo ocurrido con la efigie de Ernesto Guevara entre los comunistas..
Probablemente hoy en día su figura merezca cierta revisión. Si bien rechazaba la constitución de la IIª República Española, lo cierto es que no protagonizó ningún asalto directo contra ella y mostró cierta desconfianza ante el alzamiento de los militares en 1936. Pese a su autoritarismo y su búsqueda declarada de una dictadura de partido único, esta no pasaba, como en el fascismo italiano y el nazismo alemán, por la aniquilación del adversario sino de una cierta asimilación, llegando a reunirse con Buenaventura Durruti en un intento de llegar a un consenso o a proponer un gobierno de concentración con miembros del PSOE, lo que le sitúa más cerca del modelo dictatorial de su padre Miguel Primo de Rivera que del instaurado por Franco. Su muerte fue lamentada por no pocas figuras del bando republicano con las que mantenía amistad, cosa inaudita en un líder fascista. Sin embargo la dialéctica de los puños y las pistolas y los asesinatos cometidos por falangistas durante el periodo republicano pesan sobre su memoria; y sus diádocos, por más que pertenecieran a una Falange domesticada por Franco (Manuel Hedilla, segundo de Primo de Rivera, fue ejecutado por los nacionales) y vaciada de la ideología joseantoniana, destacaron por su crueldad contra los vencidos en la guerra.
Probablemente hoy en día su figura merezca cierta revisión. Si bien rechazaba la constitución de la IIª República Española, lo cierto es que no protagonizó ningún asalto directo contra ella y mostró cierta desconfianza ante el alzamiento de los militares en 1936. Pese a su autoritarismo y su búsqueda declarada de una dictadura de partido único, esta no pasaba, como en el fascismo italiano y el nazismo alemán, por la aniquilación del adversario sino de una cierta asimilación, llegando a reunirse con Buenaventura Durruti en un intento de llegar a un consenso o a proponer un gobierno de concentración con miembros del PSOE, lo que le sitúa más cerca del modelo dictatorial de su padre Miguel Primo de Rivera que del instaurado por Franco. Su muerte fue lamentada por no pocas figuras del bando republicano con las que mantenía amistad, cosa inaudita en un líder fascista. Sin embargo la dialéctica de los puños y las pistolas y los asesinatos cometidos por falangistas durante el periodo republicano pesan sobre su memoria; y sus diádocos, por más que pertenecieran a una Falange domesticada por Franco (Manuel Hedilla, segundo de Primo de Rivera, fue ejecutado por los nacionales) y vaciada de la ideología joseantoniana, destacaron por su crueldad contra los vencidos en la guerra.
1 comentario:
QUE QUITEN YA TODOS LOS RESTOS DEL FASCISMO
Publicar un comentario