La polémica del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife aplicada a Valladolid
Este último mes existió una gran preocupación entre los ciudadanos y ayuntamiento de la ciudad canaria Santa Cruz de Tenerife cuando un juez suspendió de forma cautelar los festejos y bailes de su famoso carnaval, uno de los más importantes del mundo, de resultas de la denuncia de un grupo de vecinos que consideraban que la contaminación acústica producida por los actos en la calle constituía una violación de sus derechos.
La suspensión fue finalmente levantada, sin embargo no por ello ha dejado de desatarse la polémica. ¿Qué ocurriría con multitud de fiestas populares españolas si se antepusieran los derechos individuales de los ciudadanos a las características de su celebración? ¿Cómo podrían continuar fiestas tan arraigadas como los encierros de San Fermín de Pamplona, Las Fallas de Valencia, La Semana Grande de Bilbao y muchas otras similares que producen un auténtico cataclismo en las ciudades en que tienen lugar?
En el caso de Valladolid existen varios tipos de fiestas o actos públicos que reúnen las condiciones para entrar en esta polémica. Para empezar las muy tradicionales procesiones de Semana Santa, que cortan multitud de calles, y dependiendo de la cofradía producen un gran estruendo con tambores y otros instrumentos. Luego están las Fiestas de la Virgen de San Lorenzo, con su Party Dance que bloquea el Paseo Zorrilla, su desfile de peñas, y la autorización de beber en la vía pública durante los días que duran, hecho que lógicamente llena las calles de basura. Este último detalle es muy curioso, teniendo en cuenta que el actual alcalde de Valladolid es un fiero enemigo del botellón, sin embargo parece que no le importa volver sus principios más laxos durante unos días con tal de contentar al populacho. Habría que hacer mención igualmente a la Cabalgata de Reyes que igualmente interrumpe el tráfico. También claro está, el propio Carnaval, aunque en nuestra ciudad no tiene la entidad que en otras.
Pese a todo, los partidarios acérrimos de estos esparcimientos no tienen especial motivo de preocupación, ya que la presión social parece suficiente para salvaguardarlos. Si tenemos en cuenta que en España son intocables tradiciones que deberían ser prohibidas con razones más sólidas, debido a su carácter bárbaro, como el Toro de la Vega o las vaquillas emboladas; o que a duras penas se pudo acabar con la costumbre de cierto pueblo de arrojar una cabra viva desde el campanario en sus fiestas patronales, ya se ve que no existe motivo de preocupación. No parece haber alcalde que se arriesgue a perder unas elecciones por eso, o probablemente tampoco juez que haga lo propio con su cargo. El juez de la circunscripción canaria que retiró su propia suspensión ante la catarata de críticas recibidas lo ha demostrado.
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